Nos congratulamos que El Panamá América también despliegue información y juicio de valor positivo para proteger a Bocas del Toro y el sistema insular panameño, de los especuladores del patio y del extranjero, que en el afán de lucho desmedido, están dispuestos a destruir islas y costas, desterrar pueblos, destruir biodiversidad y paisaje únicos todo supeditado a sus mezquinos intereses metaleros.
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En un despliegue de rara muestra de sabiduría y sensatez, el alcalde del distrito de Bocas del Toro, Eligio Binns, ha encabezado los esfuerzos para procurar un ordenamiento del desarrollo urbanístico de su provincia, cuyos más famosos lugares de atracción se ubican bajo su jurisdicción municipal.
Con el apoyo y asesoría de organizaciones ecologistas, el Alcalde Binns ha hecho un llamado a los inversionistas para que hagan una "moratoria" temporal que permita discutir y acordar reglas de desarrollo del actual auge de la construcción que está dañando y amenazando con destruir en forma irreversible la riqueza ecológica y turística que constituye el principal patrimonio de la provincia.
En efecto, aquí y allá, se están dando denuncias de cuestionable venta desordenada y apropiación de islas y lugares de playa, donde en forma anárquica, cada ocupante y desarrollador de proyectos, está haciendo lo suyo, sin consideración y respeto por el medio ambiente ni con la arquitectura caribeña tradicional del lugar.
El mismo Gobierno Nacional, no debiera dar la espaldas al desafío de dotarle, mediante consenso entre inversionistas, entidades de servicio público, ecologistas y lugareños, de una reglamentación de desarrollo turístico y urbanístico acorde con el potencial y belleza de la provincia.
Así por ejemplo, debe tenerse especial cuidado en salvaguardar la identidad cultural y arquitectónica del lugar, evitando los fríos rascacielos y las moles tipo Hawai y Miami; y obligando, entre otras cosas, a que cada proyecto se dote de sistemas de tratamiento de aguas servidas y que evite otros contaminantes del ambiente que tanto mal han hecho a complejos urbanos de playa en otras partes del país.
Igual debe evitarse el congestionamiento urbano y poblacional que podría hacer colapsar el frágil equilibrio con la naturaleza. No se hable más, nómbrese a una comisión de profesionales pagados, que se encarguen de preparar un estudio de uso de suelos del tipo elaborado para las Áreas Revertidas. Bocas del Toro es una joya que merece ser preservada en todo su esplendor, sin frenar su desarrollo.
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Editorial
El Panamá América, 3 de septiembre de 2006
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